Trabajando en el nido del Cuco

Cuando Mario pidió un receso, lo tuvo de inmediato. Llevaba casi 5 horas frente a Cárdena, el dueño de una modesta cadena de emisoras de radio para hispanos y sus dos asesores: su abogado y un ejecutivo recién incorporado al equipo vendedor, tan atento a la negociación como hermético. Mario salió de la sala hacia al baño, seguido por Max, uno de sus dos colaboradores. Aunque, como siempre, sospechaba que algo se podía torcer, sentía que se había precipitado al dar por hecho lo que a todas luces se estaba frustrando.

“Mario” dijo Max, “esto no lo vamos a desbloquear hoy. El dueño quiere cerrar, pero su conducta verbal se ha vuelto agresiva. Está molesto con las recomendaciones del abogado, que están fuera de lo razonable. Creo que está medicado, y se comporta como si Cárdena le causara ansiedad.  En cuanto al nuevo, ese que está callado, estoy casi seguro de que es un psiquiatra como yo, el coach de Cárdena, que le debe estar explicando, ahora mismo, que hay que cambiar de abogado y que tu condescendencia y tu empeño en actuar como si aquí no pasara nada, son sospechosos.  Hay que dejarles solos al menos un par de horas. O mejor, un par de días; que tengan tiempo para pelearse y volver a dudar de tu interés en comprar. No podemos seguir ahí dentro ni un minuto más”

Mario aun no ha cumplido cuarenta y es un banquero independiente y reputado. Cuenta con la confianza de grandes empresas,  que le encargan proyectos en los que le exigen su dedicación personal. Desde que hace tres años utilizó los servicios de Max, un psiquiatra, para una negociación cargada emocionalmente, lo ha introducido como un caballo de Troya en todos los proyectos en los que la volatilidad de sus interlocutores se lo ha aconsejado. “Si un negocio tiene pinta de salir bien, no saldrá mucho mejor. Pero cuando no es tan evidente, y siempre, en situaciones de crisis y conflicto, Max aporta una perspectiva enriquecedora. Lo que me interesa menos es que me cuente las debilidades del contrario. Lo inestimable es cómo me ayuda a mejorar, cómo enriquece mi experiencia, me hace sentir más auto-confianza, y lo hace cuando más falta me hace. Es como terapia con fuego real.”

Entre el 3% y el 4% del PIB Europeo se destina a los problemas derivados de la salud mental, la actividad que Max abandonó hace tres años. En EEUU, supone entre 30,000 y 40,000 millones de dólares. Aquí es la principal justificación para la asignación de pensiones por incapacidad. De acuerdo al Informe de Salud Mental para el Sistema de Salud de 2006, su coste supera los 3,000 millones de euros cada año. Y eso que España va bien, ya que como en otras cosas, y esta vez afortunadamente, junto con Italia es el farolillo rojo del desequilibrio mental en Europa, ahí donde hay (o se reporta) menos.

Los segmentos demográficos que muestran mayores tasas de crecimiento son también los más afectados. Las personas mayores, por ejemplo. Un estudio reciente, apunta que 20% de las consultas que se atienden en los centros de atención primaria tienen su origen en enfermedades mentales. El mismo estudio apunta que si se incluyen los desordenes menores, el número aumenta hasta 40%. Otro estudio actual referido a las personas mayores, de Angel Moriñigo, señala que el 80% de sus visitas a estos centros es de origen emocional.

Joseba Achótegui, de la Universidad de Barcelona, apunta que la incidencia de las enfermedades mentales entre los inmigrantes, el denominado Síndrome de Ulises,  es preocupante pues duplica la tasa de los españoles. Cuando se trata de aquellos que están aquí en una situación irregular, los niveles que reporta el estudio son tan elevados que resultan alarmantes. Juan Giovanelli, un colega argentino, me explicaba que de acuerdo a un estudio de la UAI (Universidad Abierta Iberoamericana) 3 de cada 10 de sus compatriotas visita asiduamente la consulta del psicoanalista. El estudio apunta al origen migratorio de la población como justificación. El desarraigo y la soledad de quienes dejaron su tierra en busca de una vida mejor crearon una oferta de “oídos”, de profesionales dispuestos a escuchar. Hay 56,000 psicólogos en ese país, en comparación con los 30,000 colegiados en España.

En 2020, el más común entre los problemas psíquicos, la depresión, será la primera causa de discapacidad en España. Hoy, 14% de los españoles la padece o lo hará a lo largo de su vida. El coste de la depresión en España asciende anualmente a 745 millones de Euros, de los que sólo 16% derivan del coste de los medicamentos.

 

Psiquiatras y psicólogos ponen marca y popularizan patologías psíquicas que anuncian la ambición y tamaño de la oferta que nos espera: el de Diógenes (acumular), el de Peter Pan (no crecer); el de Wendy (sobre-proteger, obsesivamente); o el de Ulises (angustia y ansiedad derivados de la inadaptación a una cultura diferente).

 

Otros grupos de la población están experimentando también un enorme desarrollo de las patologías del comportamiento.  Los niños son quizás el más preocupante.  Los trastornos de bipolaridad han pasado entre 1994 y 2005 de 25 a 1.003 casos por cada 100.000 niños.  Lo que hace 15 años era considerado una pataleta hoy se denomina trastorno de personalidad, y los niños asilvestrados se llaman casos de ADD o ADHD (déficit de atención e hiperactividad) y se les medica para controlar su impulsividad.  Por supuesto algunos lo son, pero parece imposible que una enfermedad vea multiplicada su incidencia 40 veces en 10 años.  Todo esto unido al hecho de que ante la popularización de este tipo de problemas, con abuelos que tienen el síndrome de Diógenes, padres deprimidos, profesores ansiosos y cuidadoras con el síndrome de Ulises cree un cuadro en el que la normalidad del niño nos debería producir alucinaciones.

Además de las causas “tradicionales”, existen unas que podríamos denominar “emergentes”,  como la que ocupa hoy a Max y por tanto, no cubiertas por la Seguridad Social y desvelan el futuro de un extenso sector de la atención mental.

El “coaching” puede ser prestado con altos directivos, como Mario,  o con amas de casa. El crecimiento que experimenta este oficio es muy significativo. Se trata de personas frecuentemente no tituladas pero que organizan, cambian los hábitos, o directamente, ayudan a clientes ansiosos, frecuentemente profesionales que además de su trabajo tienen que ocuparse de una familia; o de quienes tienen que cambiar sus hábitos alimentarios, por ejemplo.

Otra son los consejeros matrimoniales, en dos variedades: los que proporcionan terapia para salvar parejas, y los que, si no lo consiguen, son nombrados por auto judicial para, en los casos menos amistosos, actuar como árbitros en decisiones cotidianas aunque disputadas, como a qué campamento van los niños en verano, o si pueden apuntarse a natación después del colegio. En un caso que ha aparecido hasta en la prensa, el arbitraje debía dirimir entre un padre furioso y su ex, que estaba llevando al niño a McDonald’s en lugar de a Burger King.

A cargo del progreso profesional de altos directivos con problemas de todo tipo (de relación; poco “internacionales”; demasiado independientes; todo lo contrario) encontramos a “los mentores”, otra especie que suele aunque no necesariamente debe estar formada ad hoc.  Cuando se suman los casos de cada una de las patologías mentales que se producen en nuestro país y más aun cuando se proyectan hacia el futuro, las necesidades de especialistas se hacen tan grandes que dan un nuevo orden de magnitud a este sector de la salud.  Cuando además se computan las necesidades y oportunidades emergentes, se dimensiona el sector más importante del siglo XXI.

 

Artículo de José Luis Nueno publicado en Dinero – La Vanguardia, el día 18 de Noviembre de 2007

Foto: El actor Patrick Timsit en una escena de “Passage a l’acte” del director Francis Girod. Corbis

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