Estado de ‘Saberestar’

En 45 años de contabilidad pública normalizada, España ha tenido  11  de superávit presupuestario: 1964;  1967 a 1970 y de 1972 a 1974, seguidos de 29 años de déficit hasta ver la luz  de nuevo en 2003; y siempre de acuerdo al INE, 2005 y 2006 en positivo. Hoy, la ciudadanía asiente ante esta especie de liquidación por fin de legislatura como si lo corriente aquí fuera ser rico, cuando probablemente no lo hemos sido nunca.

En 20 años, los nacidos después de 1960 hemos pasado de creer que la Seguridad Social era algo en lo que nunca llegaríamos a cotizar, a  resignarnos a que, aun haciéndolo,  nunca nos pagaría la jubilación, a mirar hacia  el otro lado mientras ponemos la mano porque nos prometen, o directamente regalan aquello que está ahí para soportar el día de mañana la mejor prestación sanitaria universal del mundo, unas pensiones pasables,  y un subsidio de pleno empleo, que puede volver a ser de desempleo pronto.

El problema no es que no entendamos el futuro, sino que aun  cuando intuimos hacia dónde va, preferimos hacernos el despistado.  En los últimos meses, el ciudadano, o mejor, el elector, acepta promesas y compromisos a cuenta de ese superávit que tenemos tanto como debemos. No le podemos pedir templanza a quién nos gobierna mientras le servimos chupitos

De acuerdo a un estudio  de JP Morgan de  Julio pasado, en  las economías industrializadas, cada año, desde 1960 hemos ganado 2 meses  de esperanza de vida. En 47 años, y en media, le hemos rifado 8 años a lo inexorable. Esa ganancia, sin embargo, no ha sido lineal. Por ejemplo, y de acuerdo a ese estudio, si empleamos datos de longevidad (tasas de mortalidad) de hoy para determinar la esperanza de vida de una persona que tiene 20 años (le quedan 70 años de vida) asumimos que entre hoy y 2050 no habrán avances científicos significativos que la extiendan aun más allá. . Como si en 1960 alguien sostuviera que la medicina, la cirugía y la farmacia incidirían en nuestra longevidad en ese decenio con el mismo impacto que han hecho en este último.  Los fondos de pensiones, las compañías de seguros, las empresas que invierten en financiar primas de seguros, y los fondos que financian a estas empresas miran al otro lado, y ponen la mano.  Ante estos datos, el superávit de hoy está mucho más que comprometido por el coste de alimentarnos y cuidarnos a lo largo de esa esperanza de vida añadida

Lo otro  que quisiéramos proteger además del bienestar a lo largo de nuestra existencia son las cosas que tenemos. La vida está cada vez más llena de amenazas. Riadas, incendios, daños colaterales desencadenados por la realización de obras colindantes, epidemias, sunamis, huracanes, granizadas, gotas frías, violencia aleatoria… La naturaleza parece más extrema e imprevisible en sus agresiones que nunca, y algo de eso puede haber.

Si bien es cierto que en el último decenio las fuerzas de la naturaleza  han desatado su agresividad con virulencia en el planeta, la intervención humana, más o menos imprudente no es ajena al fenómeno. De acuerdo a un artículo de Michael Lewis, en New York Times Magazine de finales de Agosto, nunca se ha construido tanto, ni tan caro en las zonas costeras expuestas a huracanes y tempestades serias  como se hace hoy. Según Lewis, si un huracán de la potencia del Katrina que devastó Nueva Orleans castigara la costa de Florida, la industria de seguros americana no podría atender las indemnizaciones por los daños causados. En ese litoral se ha construido de forma intensa, y la propiedad es de alto valor.  Curiosamente, se construye más frente al mar, donde el suelo es además más caro.  Las primas de los seguros subestiman ampliamente el coste de ese inmobiliario, y como en los últimos veinte años  los huracanes serios han pasado de largo en muchos casos esas valoraciones de los inmuebles asegurados no están actualizadas.

De forma similar, muchos ciudadanos han dejado de pasar sus vacaciones en la Costa Brava y la han cambiado por Yemen, por una travesía a través del desierto o un curso de buceo en Goa u otra actividad que era desconocida cuando los actuarios crearon la póliza del viajero, y que sólo se descubrirá si, lamentablemente, sea necesario hacerla efectiva.

Para complicarlo un poco más, existe otra amenaza emergente, pero que puede llegar a una seriedad preocupante. Cada año, por espacio de un par de decenios en todo el planeta, decenas de millones de personas salen del hoyo de la ignorancia, el atraso, el hambre y la subyugación. Consiguen trabajo, montan empresas, ahorran, mandan a sus hijos a la universidad, y se compran casas. Lo más natural es que, a continuación las aseguren. El derecho a la protección de la propiedad es tan importante como el que deriva de la mejora de nuestra esperanza de vida, y como las aseguradoras son como todas las empresas, van allí donde va el dólar.  Como hoy lo que crecen son las economías emergentes, donde en una proporción de 3 a 1 están esos nuevos trabajadores, les venden los mismos seguros que se venden aquí.

Un ciudadano de Igualada se protege de las catástrofes naturales asegurando su propiedad frente a ellas. Los accidentes ocurren, pero en Igualada, menos. Tanto la compañía de seguros que le vende al peruano que estrena su primera póliza, como la del malayo que hace lo propio, o como la del ciudadano de Carolina del Sur, o al de Igualada, reaseguran sus pólizas en las mismas entidades financieras que, aguas arriba las avalan.  Si crece mucho la propiedad asegurada en esos países, y se van creando “Tokios”, grandes concentraciones de propiedad situadas en zonas de riesgo telúrico, el futuro parece de repente algo más arriesgado.

Mientras aquí tiramos la casa por la ventana en los EEUU,  el ministerio de hacienda, el IRS, ha requerido a los fondos de pensiones  que revisen las premisas de mortalidad. JP Morgan publicó el mes de Julio pasado un estudio en el que sostiene que las empresas del FTSE100 que se financian con fondos de pensiones, también la subestiman.

Si un ciudadano prudente provee para su vejez complementando su pensión con seguros que contrata de forma privada, y la longevidad y la globalización del sector financiero los hacen vulnerables, parece claro que hay que ser un mejor administrador de los superávits de hoy.

 

Artículo de José Luis Nueno publicado en Dinero – La Vanguardia, el día 07 de Octubre de 2007

Foto: Reuters

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