Políticamente incorrecto

La crítica al consumo navideño ignora que es un motor de la economía

Como todos los años en estas fechas, la prensa escrita (y en menor medida, los medios audiovisuales) ha arremetido contra el consumismo que lo invade casi rodo en este período navideño cada vez más exrendido con el que concluye el año. Unas veces con buena intención, y otras como resultado de la indolencia que impregna este brindis al sol siempre políticamente correcto, que incluso sus propios autores saben inocuo. El argumento contra el consumo parte de corrientes muy disfames, que tal vez, sólo encuentran casa común en la demonización de algo que el ciudadano quiere y acaba haciendo siguiendo su libre albedrío: consumir.
Se nos recuerda que otros, más necesitados, no pueden hacerlo. Que constituye un despilfarro innecesario e insostenible; que va en contra de aquello que encarna el espíritu de la Navidad. Se nos pide moderación, y a veres incluso oposición civil en forma de huelga. Se nos pinta a un ciudadano indefenso ante la publicidad, recién graduado al estatus de consumidor, dispuesto a caer en las redes de la bestia negra: el consumo.
El caso es que, junio a buena intención y alguna peor, hay una dosis similar de papanatismo detrás de la oposición al consumo navideño. ¿Qué creen sus detractores que hay detrás del consumo? Detrás de este mal de fin de año (seguido por otra causa peor, las rebajas de principios del siguiente) está el 60% de nuestro producto interior bruto (PIB) que se crea precisamente a través del consumo. De cómo se compone esta variable en Navidad depende, en buena medida, la trayectoria de nuestra economía en el 2004.

 

Artículo de José Luis Nueno publicado en El Periódico

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